lunes, 16 de noviembre de 2009

EL CRONISTA DE LA CIUDAD, Y EL INSTITUTO NACIONAL DE SEGUNDA ENSEÑANZA



IES Luis de Góngora.

Esta mañana hablé con el Cronista de la Ciudad. Hacía tiempo que, con unas cosas y otras, no lo hacía. Para mí siempre es un placer hablar con él de anécdotas, de cosas de la ciudad, en suma de nuestra tierra. Disertar con él siempre es agradable. Su línea de conversación, que siempre incluye notas jocosas, es muy amena. A la vez que hablaba con él iba, en la medida de lo posible, tomando notas.
De la conversación, relacionada con su libro, “Crónicas Anecdóticas”, del que pretendía me lo dedicara, salieron varias anécdotas no publicadas, que se quedaron en el horno, y de las que luego comentaré alguna. Un amigo me había pedido un soneto suyo determinado, pero Miguel no lo recuerda o yo no fui muy concreto al referírselo. Son miles de artículos, entre los dedicados a la gastronomía y las crónicas de la ciudad, los que tiene escritos Miguel, y todo en papel. Creo que por los tiempos en los que los hizo, no hay nada en soporte digital, cuya puesta en valor requeriría un trabajo que el autor no podría realizar.
Después en casa, volví a releer pasajes del libro, “Crónicas Anecdóticas”, y no pude menos que, soñar con el profesorado que tuvo la suerte de tener en su infancia. ¡Que cordobeses más ilustres le dieron clase en el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza! (Actual Instituto Góngora), por poner un ejemplo, uno sólo, su director, D. Antonio Jaén Morente, aunque en realidad dice que D. Antonio, muy dedicado en ese tiempo a la República, le dio pocas clases. Todo ello me dio la idea de plasmarlo en estas líneas.
Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, curso 33-34 del siglo pasado, con una plantilla de profesores fuera de lo normal. Era como la Universidad de Córdoba. D. Rafael Vázquez Aroca, la Química; D. Vicente Orti Belmonte, Lengua francesa; D. Juan Carandell, las Ciencias Naturales; el Matemático D. José Pérez Guerrero; D. José María Rey Díaz, que luego fue Cronista de la ciudad, el que dejó la sede vacante hasta que D. Miguel Salcedo fue nombrado para ella, con el paréntesis del Sr. Valverde, etc. etc..
Hay una cosa que me llenó de pesar, él la titula “La Ida sin Retorno”, la despedida de los alumnos del profesorado y compañeros, en junio de 1936, para empezar el curso en octubre del mismo año, y “El Horror Imprevisto”, julio de 1936, casi un mes después. Todo cambió. Muchos de los profesores no regresaron, nunca más volvieron a verlos. Les llama unos días “tan crueles como nublados de pesadumbres”, no quiere seguir hablando de eso, lo que le lleva a “quebrar el hilo y enhebrarlo en otra ocasión”. La verdad es que vinieron a mi memoria esos lamentables años y sentí ese pesar que cito al principio. ¿Qué cantidad de vidas y de proyectos segó cruelmente el golpe de estado? ¿Segó, porque la guadaña criminal siguió impidiendo florecer el cereal dorado de la cultura muchos años después? Aunque las canciones del momento decían que “en España empieza a amanecer”, en esa negra paz que nos ha azotado muchos años, el sol no ha salido para muchos del todo todavía.
¡Fuera la tristeza!. El Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, fue un templo del saber en esta ciudad, desde siempre. De sus aulas, salieron muchos cordobeses ilustres para este país. No entramos en su afiliación política, porque ésta fue variopinta, ilustres simplemente, que ya es bastante. Dejemos a un lado la dictadura feroz, y sus secuelas. Menciona Miguel Salcedo: la “noble escultura del fundador, Don Pedro López de Alba, médico de cámara de Carlos I” y finaliza diciendo “De este monumento ha sido el patio injustamente desposeído.” El noble patio del Instituto. Un artículo de José Cobos habla de la desposesión de este monumento.
Loa a sus profesores, a los que recuerda setenta y tres años después con el mismo respeto y cariño de esos días, y les dedica los siguientes versos.
“Queridos profesores de aquel viejo Instituto
cuyas sombras reviven tan lejanos diseños:
la flor que me donasteis se ha convertido en fruto;
y no sé qué entregaros como pago o tributo,
por todo cuanto hicisteis conmigo y mis ensueños.
Queridos profesores... Siempre os he recordado
porque abristeis caminos para mi juventud,
y no han mermado afectos los años que han pasado,
porque dentro del alma me dejasteis grabado
que no puede haber glorias donde no hay gratitud.
Queridos profesores... Gracias por vuestro trato:
gracias por enseñarme que el trabajo y la fe
forman un contrapunto maravilloso y grato,
donde vuestras acciones cumplieron su mandato
poniendo los cimientos de todo cuanto sé.
Queridos profesores... Sea mi evocación
como el áureo soporte de una dulce añoranza;
y mientras el futuro se abra en expectación,
quiero seguir sintiendo latir mi corazón
por mi viejo Instituto de Segunda Enseñanza.”
Su calle
Siempre que hablamos, hablamos de su calle, la conversación siempre deriva hacia allí. Creo que tener una calle en vida, dedicada por tu ciudad es lo mejor, o una de las mejores cosas, que le pueden pasar a un ciudadano. Su calle es fuente de anécdotas; cuando se estaba elaborando el expediente, sus deseos se trataron de acoplar al mismo al milímetro. Él decidió que se le dedicara al Cronista, por eso no figura su nombre de pila. Está cuestión hace que un día, que estaba por allí, una señora vecina que lo identificó, le preguntó:
-Sr. Salcedo, ¿qué nombre de pila tan raro le han puesto sus padres, D. Cronista?.
Él soñaba con que su calle tuviera un colegio, y la pena es que ese colegio no se puede llamar como su calle, que es otro de sus sueños. Deseaba un colegio de primera enseñanza -lo tiene-, ese del que nunca te olvidas del nombre, como del primer amor. Se quedan ambas cosas grabadas con lápiz indeleble en la memoria.
Otra pequeña anécdota: en un bar, en el que tomaba café todos los días, que está sito en la esquina del chimeneón y de su calle, y que regentaba un matrimonio joven, por lo menos hace un tiempo, pusieron una placa en el salón, cerca de la mesa donde tomaba el café y sus notas, que decía “Aquí toma café el Cronista de la Ciudad”. No sé si era exactamente ese el texto y si seguirá la placa puesta, ya que el establecimiento lo llevan otros dueños. Miguel hace algún tiempo que sale poco, pues un problema de la vista le está mermando movilidad, y depende exclusivamente de los ojos de Carmina, su mujer y compañera, pero de memoria está mejor que yo, bueno mejor que yo está cualquiera, pero está muy bien.

Miguel Salcedo Hierro
Miguel Salcedo Hierro.
Hemos pretendido ligar dos Instituciones de la ciudad: el Instituto Nacional de Segunda Enseñanza –antiguo Colegio de la Asunción, que fundó el médico de Cámara de Carlos I, Don Pedro López de Alba, y actual Instituto de Enseñanza Secundaria, Luis de Góngora- y la del Cronista de la Ciudad. D. Miguel Salcedo Hierro. Otra cosa es que lo hayamos conseguido adecuadamente.

Bibliografía: "Crónicas anecdóticas", de Miguel Salcedo.

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